El uso acumulado del roble, siglo tras siglo, ha impactado a esta especie, perteneciente al género Fagaceae. Para el caso específico de roble negro, según el investigador Parra Aldana, la tala descontrolada para cultivos, el comercio de la madera, las afectaciones en el sistema de reproducción de la planta y las tasas bajas de crecimiento por año, lo están llevando a la extinción.
Afirma que una de las mayores amenazas es la destrucción permanente de los bosques en el sur del Huila, donde está la mayor población de Colombia, para abastecer la demanda de postes o tutores. Estos trozos de madera se ubican a lo largo y ancho de los predios cultivados para que sostengan y dejen enredar los tallos de frutales como granadilla, maracuyá, pitahaya y leguminosas como el frijol.
También, para la producción de carbón vegetal, mediante la quema de troncos en fosas o huecos en la tierra, que van sacando poco a poco en bultos, con el fin de no ser detectados por las autoridades. Estos son comercializados ilegalmente en restaurantes y asaderos, relata el biólogo.
Según estudios de la Universidad Nacional sede Medellín, existen 28 hectáreas protegidas en el Parque Nacional Natural Cueva de los Guácharos. Las demás, unas 32.000, son predios de carácter privado en la zona de amortiguamiento del mismo, ubicada en los municipios de Acevedo, Suaza, Pitalito, Timaná y Palestina.
“Esto significa que un bosque tan particular tal vez no sea capaz de sustentarse. Y uno de los elementos de las áreas protegidas es mantener el funcionamiento de las poblaciones que resguarda. Hay que proteger entonces los bosques aledaños para lograr conectividad y que esa población se mantenga”, explicó Parra Aldana.
Olga Cecilia Guerrero
sostenibilidad.semana