Estas palmas, que llegan a medir hasta 60 metros y pueden vivir 200 años, están cada vez más amenazadas por el avance de la ganadería en Quindío y Tolima. Algunas de las enormes palmas de cera que todavía se levantan sobre las montañas del valle de Cocora, en Quindío, han sido testigos mudos de todas las guerras que ha vivido el país desde su independencia. Algunas de las palmas que todavía hoy adornan esas montañas por las que caminaron pistoleros, policías, hombres de todos los bandos, pero también el explorador el Alexander Von Humboldt y miles de campesinos, llevan en pie casi 200 años. Estos testigos excepcionales de nuestra historia, elegidas como el Árbol Nacional de Colombia durante el gobierno de Belisario Betancur, son el motivo de un corto documental preparado por el Grupo de Investigación de Palma Silvestre en el país con el fin de alertar sobre las amenazas que se ciernen sobre ellas.
El botánico experto en palmas y ex profesor de la Universidad Nacional explica que en las praderas del Valle de Cocora, Quindio, que alberga una de las más grandes poblaciones de esta especie, el avance de la ganadería supone un riesgo enorme.
Como se explica en documental de siete minutos realizado bajo la dirección de Mauricio “El Pato” Salcedo, el ganado come las plántulas en medio del pasto impidiendo que crezcan. Al mismo tiempo, las que sobreviven no lo hacen por mucho tiempo ya que la deforestación las expone demasiado al sol y terminan desapareciendo.
Según un estudio de Bernal y su colega María José Sanín, podríamos estar frente al fin de la especie en ese sitio pues más de la mitad de las palmas de cera del valle de Cocora están ya en las fases finales de su ciclo de vida y morirán de viejas en el transcurso de los próximos 47 años, sin dejar reemplazo (Leer más: http://www.elespectador.com/noticias/medio-ambiente/el-fin-anunciado-de-palma-de-cera-articulo-453482).
No es el único síntoma de alarma que han detectado los investigadores como Bernal. En la misma Cordillera Central, 50 kilómetros al sur del Valle de Cocora, en el municipio de Roncesvalles, unas 300 palmas han muerto prematuramente.
Las causas hasta el momento son desconocidas, pero representan una alarma de lo que podría suceder a los otros miles de especímenes que habitan alrededor. Y aunque el loro orejiamarillo aprovecha los troncos muertos para refugiarse, biólogos y botánicos temen que el fenómeno de la muerte prematura se extienda masivamente.
Pablo Correra
El Espectador